Los retos franciscanos de la iglesia católica son
importantísimos.
Si la aceptación de que todos somos hijos de dios y ese padre
universal, ejerciera su mandato con justicia y equidad, seguramente no habría
tanto dolor y sufrimiento en la tierra… pero no es así. La bondad y la
solidaridad cristiana hace mucho tiempo se perdió en el laberinto de un sistema
económico y social donde el hombre es el lobo del hombre y donde los ricos lo
son porque explotan a los pobres.
San Francisco de Asís, il poverello d’Assisi, o el
pobrecillo de Asís, creó la Orden Franciscana convencido de que el amor al
prójimo y el servicio a los más necesitados eran formas idóneas para vivir
felices y en paz, con dios.
A todos nosotros, que hemos visto los desmanes de la iglesia
moderna, nos llama la atención del olvido de la misión pastoral de la iglesia.
Pocos conocen los actos piadosos y sociales de los curas
como, el brasileño Leonardo Boff, el colombiano Camilo Torres Restrepo, el
español Manuel Pérez Martínez, Óscar Romero salvadoreño y Juan Luís Segundo de
Uruguay, quienes son los iniciadores de la “Teología de la Liberación”, donde
platearon la premisa de que la religión debería ser liberadora y no alienante,
sobre todo en un continente como el nuestro donde las dictaduras militares, que
hoy ya no existen, cometieron crímenes de lesa humanidad imponiéndose por
crudos golpes militares.
Esa preferencia por los pobres, sin duda marca y divide a la
iglesia: aquella cuyas majestuosas catedrales sirvieron y sirven más para
honrar el poder de los ricos y de los políticos y la otra que desde la capillas
en lo pueblos, construyen mano a mano las escuelas y granjas de los pobres.
Bergoglio, ha tomado el poder de la Iglesia Católica,
apostólica y Romana, bautizándose a si mismo como: el papa Francisco,
recuperando con ello, no solamente el poder del nombre de il poverrello
d’Assisi, sino su conducta amorosa y piadosa para con los pobres; con sus actos
va dejando de lado la otra iglesia, la de los ricos y poderosos y al caminar
con suelas desgastadas, hace honor al rito del servicio hacia el prójimo.
Los verdaderos cristianos deben de estar de plácemes al
tener un papa así, pues con ello, recuperan los principios fundamentales de una
iglesia milenaria que se enfrentó al poderoso imperio Romano y luchó
denodadamente por la igualdad y la justicia; la cual, hoy por hoy, está
conculcada en más de la mitad de la humanidad y en algunos países hasta un alto
porcentaje de su población.
Problemas graves y mundanos tienen que resolverse en la
iglesia: acabar con la corrupción del banco vaticano y sancionar a los curas
pederastas, previa indemnización de las víctimas y sus familias.
El papa Francisco, si quiere recuperar la esencia del
cristianismo, tendrá que caminar descalzo hacia las multitudes que tienen
puesta la fe en su dios y su iglesia, pero sobre todo, tendrá que abrir las
puertas de sus templos a los menesterosos, a los que menos tienen y al rito
mismo de la iglesia quitarle todo el oropel y arroparla con el sayal
franciscano y predicar con el ejemplo.
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