El Estado Vaticano, ubicado en lo que fue
el corazón del poderoso imperio Romano, elije en medio de una gran crisis
política e ideológica a su nuevo jefe; un nuevo Papa, inmediatamente después de
que Joseph Ratzinger, renombrado como Benedicto XVI, en un hecho insólito,
decidiera renunciar a un cargo que se creía que era irrenunciable y que solo se
dejaba vacante con la muerte misma.
Las razones profundas de su renuncia, sólo
él y seguramente sus mejores amigos, las saben realmente; las razones públicas
que se vienen ventilando y denunciando de diversas maneras son: una alta
corrupción del banco vaticano, donde, pareciera que es normal que se lave el dinero
de las mafias como la Cosa Nostra u otros dineros producto de ilícitos; dos,
una pederastia rampante realizada por sacerdotes de todos los rangos, donde el
caso más sobresaliente es el de Marcial Maciel fundador de los Legionarios de
Cristo, a quien el propio Benedicto XVI o Ratzinger, lo conoció antes y después
de ser Papa y que finalmente decidió juzgarlo y reconocer sus atrocidades y en
tercer lugar; la paulatina pérdida de adeptos que cansados por esos crasos
errores, abandonan la iglesia y se refugian en las cristianas protestantes.
No debemos olvidar que Maciel era mexicano y que sus andanzas
fueron brutales, pues abusó hasta de sus propios hijos; esas bajeza morales,
éticas y reconocidos como delitos del orden penal no bastaron para detenerlo;
pero lo más grave aún: su constante búsqueda de dinero para apoyar al Vaticano,
lo absolvía de todos sus pecados, de tal suerte, que la aquiescencia de sus
superiores, la falta de castigo y admonición, lo volvió un depredador
insaciable.
No pudo Ratzinger con tanta carga moral; no llegó al extremo
de morir en la cruz para conseguir el perdón de todos los pecados, como si lo
hizo Juan Pablo Segundo, al cual, estando gravemente enfermo por el Parkinson,
le preguntaron ¿Porqué no renuncia? A lo cual simplemente contestó: Por que
Cristo no se bajó a la mitad de la Cruz.
Cierto, la poderosa institución de la Iglesia Católica
Apostólica y Romana, tiene ante si que resolver su futuro inmediato: elegir un
Papa que enfrente la disolución de su grey por que ha perdido la confianza en
sus curas que no son ejemplo de moral cristiana; castigue y sancione a los
curas pederastas, transparente el manejo del banco Vaticano para erradicar la
corrupción y el blanqueo de dinero mal habido y sobre todo: ponga la iglesia al
frente de los más necesitados y no como vocera del mundo del capital y de los
poderosos. Tiene que ajustar las cuentas con esa iglesia preferencial por los
pobres o una iglesia que se hunde en la hipocresía y se vende al mejor postor.
Solo si elijen un Papa así, el mundo católico podrá decir:
¡Habemus papam!
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