IPCN: La unidad es esencial para derrotar al PRI. |
La historia de la izquierda mexicana, es la historia de la
búsqueda del paraíso, de lo utópico y también: de la lucha fratricida para
imponer la idea de un gobierno socialista, comunistas, democrático, social y de
derecho y un largo etcétera, que no ha concluido aún.
La falta de acuerdos esenciales sobre el tipo de Estado y
después del tipo de gobierno que debería de construirse, una vez que se
derrotara a los representantes del Estado burgués, genera tantos grupos que en
su pugna interna, terminan creando una suma cero.
La última mitad del siglo pasado, después de la 2ª Guerra
Mundial, para los movimientos de izquierda, resaltaban como ejemplos atractivos
a seguir los procesos de la Unión Soviética y de China, dando como resultado la
constitución de dos grupos: comunistas y maoístas, los cuales, a pesar de tener
el mismo objetivo: la construcción de un Estado Socialista, en la práctica,
anulaban su fuerza frente a un enemigo común, porque sus disensiones
ideológicas eran mayores que su táctica de alianza para vencer a ese enemigo.
Luego vinieron otros grupos identificados con otros países o ideólogos que
fragmentaron más la lucha de la izquierda nacional: troskistas, kimilsunistas,
henverhoxistas, castristas, eran tantos los nombres y los membretes, que en los
hechos reales, el impacto de sus luchas aisladas, tanto políticas como
militares, poco dañaron el entramado del Estado Mexicano.
Éste, hegemonizado por el Partido Revolucionario
Institucional, creó un modelo político flexible, camaleónico y de economía
mixta que le permitió enfrentar las más agudas contradicciones entre las clases
sociales, desde el populismo nacionalista del Cardenismo hasta la barbarie
autoritaria de Díaz Ordaz y recientemente, permitiendo la alternancia en el
poder y regresando a una especie de restauración, pero ya con la presión de la
lucha de clases disminuida.
Se reconoce que la reforma política del 1977, impulsada por
Jesús Reyes Heroles, vino a generar cambios importantes en la forma de luchar
políticamente e introducir cambios sustantivos en el Estado y el gobierno
mismo. Antes de esa reforma, la mayoría de las organizaciones de izquierda
estaban proscritas y se había enzarzado una guerra de guerrillas, donde se
destacó la “Liga Comunista 23 de Septiembre”, que como su nombre lo indica, era
el esfuerzo táctico de sumar varios grupos para enfrentar al gobierno de manera
conjunta.
La guerra fue totalmente asimétrica; el gobierno y sus
órganos represivos, dieron cuenta de los grupos guerrilleros, no sólo en el
frente de batalla utilizando métodos de la guerra sucia, como se hizo en todo
el continente y el mundo contra los movimientos de izquierda en general; sino
también, con métodos políticos de corte populista y “democratizadores”; creando
políticas públicas de fuerte contenido clientelar que disminuyeron
sensiblemente el descontento popular y partidos como el Partido Popular
Socialista (PPS) que sirvió para atraer electores de izquierda a favor del PRI,
al apoyar este a aquel partido.
La reforma política dio paso a la constitución de diversos
partidos políticos de “oposición” que siguieron reflejando la fragmentación de
la lucha en contra del PRI.
La lucha político-electoral después de esa reforma se
convirtió de manera natural en la vía para acceder al poder y tratar de
instaurar un nuevo gobierno; por ello, resultó pertinente que se avanzara en la
unidad de las izquierdas partidarias, conformando nuevas estructuras a partir
de fusionar varios partidos; el esfuerzo de la unidad daba resultados
precarios, así, la creación del Partido Socialista Unificado de México (PSUM),
fue la suma del Partido Comunista Mexicano, Partido Socialista Revolucionario,
Movimiento de Acción y Unidad Socialista y el Movimiento de Acción Popular en
1979 y para 1987, el PSUM, se fusionaba con el Partido Mexicano de los Trabajadores
(PMT), convirtiéndose en el Partido Mexicano Socialista (PMS).
Los datos electorales de las elecciones presidenciales de 1976
cuando se eligió a José López Portillo y los de Miguel de la Madrid Hurtado; recordando
que el primero no tuvo contendiente alguno, porque el PAN no registró y el
Partido Comunista, sin registro, presentó como candidato a Valentín Campa, le
permitió a José López Portillo obtener ¡el 91.90% de la votación con un total
de 16,424,021 votos!
Para 1982, De la Madrid postulado por el PRI, el PARM y el
PPS, contendería ya contra seis candidatos: Pablo Emilio Madero del PAN;
Ignacio González Gollás del Partido Demócrata Mexicano; Arnoldo Martínez
Verdugo del PSUM; Cándido Díaz Cerecedo del PST; Rosario Ibarra de Piedra del
Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y Manuel Moreno Sánchez del
Partido Social Demócrata.
De la Madrid sólo obtuvo el 68.43% de los votos, lo que
marcaba una diferencia sustantiva con López Portillo que obtuvo el 91.90%, si
bien es cierto, que la afluencia de electores fue mayor, las cifras relativas y
la aparición seis candidatos de oposición al PRI, marcaba la ruta de la lucha
democrática y socialista en el país… estaba pendiente, la aparición de un
fenómeno que aglutinara a las oposiciones o quebrara desde adentro la hegemonía
del PRI.
En el ambiente político y desde la creación del PSUM, reinaba
la estrategia de la acumulación de fuerzas, es decir, la necesaria “unidad
dentro de la diversidad” de las izquierdas y las posibles alianzas con otros
partidos de ideologías distintas pero adversarios al “partido oficial”.
En 1988, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y Cuauhtémoc
Cárdenas, prominentes priistas, rompen con su partido, presentan la candidatura
a la presidencia del último y logran que la mayor parte de la izquierda
partidaria, se adhieran a la campaña, incluida la declinación de Heberto
Castillo, a su favor, siendo a su vez candidato del PMS, resultado de la fusión
del PSUM y el PMT. El PRI registra a Carlos Salinas de Gortari como su
candidato.
El fraude está registrado en muchos medios, con la “caída del
sistema” del cómputo, el gobierno y su partido el PRI, imponen a su candidato;
pero algo no pueden desaparecerlo ni borrarlo con acciones fraudulentas: el
reconocimiento de que la unidad de las fuerzas democráticas y de izquierda
pueden ser capaces de derrotarlos.
La acumulación de fuerzas, la consolidación de estrategias de
lucha electoral, tanto de la izquierda y de la derecha, en los siguientes años
minaron la base electoral-clientelar del PRI; incluso, llegaron momentos en que
los propios ciudadanos e intelectuales, propusieron la declinación de uno u otro
candidato para que la suma de votos derrotara al Revolucionario Institucional.
Para 1997, en las elecciones intermedias, donde se eligió a diputados y
senadores, por primera vez en la historia, la oposición en su conjunto le
arrebató la mayoría absoluta en el Congreso, generando la constitución de un
“gobierno dividido”, es decir: un Poder Legislativo mayoritariamente opositor
al titular del Poder Ejecutivo.
En el 2000, la crisis económica y una corrupción galopante,
socavaron las bases de apoyo al gobierno y su partido, permitiendo el triunfo
del el Partido de Acción Nacional a la presidencia de la República.
La cultura hegemónica creada durante décadas por el PRI, no
fue desmantelada por el PAN, al contrario, su núcleo duro, es decir, el modelo
económico de corte neoliberal se profundizó y el sistema clientelar se amplio,
dejando intacto con ello, lo que la izquierda históricamente se ha propuesto
cambiar al construir un nuevo Estado Social y de Derecho.
Por su parte, el mayor partido de Izquierda, el PRD, habiendo
ganado el Distrito Federal, inició un fortalecimiento de su estructura
partidaria y la constitución de personalidades reales de talla nacional.
Primero con el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, que había perdido su primer
candidatura a la presidencia de la República, mediante el fraude que impuso a
Salinas de Gortari y después con Andrés Manuel López Obrador, ambos con
orígenes políticos en el PRI, cuyas ideas políticas sociales y de izquierda,
los llevó a la ruptura con ese instituto político, al reconocer su desviación
de los objetivos sociales que le dieron origen.
Ambos políticos, son el resultado de la gran acumulación de
fuerzas que la izquierda social y partidaria realizó desde fines de la Segunda
Guerra Mundial, de hecho, fueron los beneficiados de esa “unidad” que les
permitió contender exitosamente contra la maquinaria electoral del partido de
Estado; saben y están obligados a reconocer que la dispersión solo contribuye a
que éste gane y por consiguiente resulta necesario unir a todos los diversos
para enfrentarlo de manera eficiente.
La increíble coalición de izquierdas y derechas, que ha
permitido ganar gubernaturas en Chiapas y Puebla, dan prueba de que la “unión
hace la fuerza” y que la ruta trazada desde hace más de tres décadas es la correcta.
¿Para qué dividir más lo dividido? Ante la hegemonía política
del PRI, cuya estrategia siempre ha sido: divide y vencerás (divide et
imperas), dividir la izquierda o torpedear las coaliciones con el PAN, es un
acto temerario y suicida en el mejor de los casos, en el peor: es una traición
al movimiento mismo y con ello se permite que siga ganado el ganador.
¿Cuál es el sentido de constituir otro partido de izquierda
como MORENA?, estratégicamente ninguno, pues MORENA, dada la configuración del
voto ciudadano, por si sólo, no tiene las fuerzas de ganarle al PRI; tendrá la
necesidad de buscar aliados en ambos lados del espectro político; luego
entonces: ¿Porqué salirse del PRD y fundar otro partido?
Se aduce la corrupción al interior del PRD, de su proclividad
con la dirección actual de pactar con el gobierno, la pugna constante de sus
corrientes que le restan eficacia en la lucha político electoral, pero no
existe ningún planteamiento teórico, ideológico o programático que tenga una
diferencia específica, es decir, ¡no existen razones de peso para construir un
nuevo partido en la izquierda mexicana! Salvo… el interés personal de su propio
creador; interés que no está claro para muchos, pero que se puede especular:
Andrés Manuel construye su partido para postularse a la presidencia en 2018 y
evitar competir con el candidato del PRD, posiblemente Marcelo Hebrard o
Mancera.
MORENA se está nutriendo de militantes del PRD y seguramente
otros que no son afiliados a ese partido; esos militantes dignos representantes
de la sociedad mexicana, tienen los mismos vicios y las mismas virtudes de
millones de mexicanos y de perredistas, por consiguiente, su forma de concebir
la política y de llevarla a la práctica es de una simple clientela. Ningún
afiliado nuevo, tiene en sus manos, un documento de principios que lo instruya
en una nueva militancia con una ética diferente a la que ha vivido en otros
partidos; luego entonces, MORENA, está reproduciendo los vicios que dice atacar
y no tardará en estar sumida en problemas intestinos que agotan a toda
formación política en el país. La prensa ya ha dado cuenta, de que en varios
lugares López Obrador tiene que ir a aplacar las riñas de su nuevo instituto…
no faltará quien diga que dentro de poco, verá crecer a sus enanos.
En el futuro inmediato, dado que está en juego la
“restauración” del régimen priista, izquierdas y derechas, tendrán que aprender
a coaligarse para enfrentar de mejor modo un enemigo camaleónico y mayor;
MORENA puede crecer, pero no será el factótum de una alianza nueva que derrote
al PRI.
Por supuesto que toda crítica al mayor partido de izquierda
como lo es el PRD tiene visos de ser cierta, como es: corrupción, grillas,
analfabetismo político, canibalismo entre corrientes, reformismo execrable,
pero todo ello es conocido desde la dirección que el propio Andrés Manuel
ejerció dentro del partido y sin embargo el avance político electoral no se ha
detenido y las voces exigiendo el respeto irrestricto del estatuto y el
saneamiento de la vida partidaria se están multiplicando, pienso que era mejor
que se constituyera en una corriente dentro del partido que le permitió crecer
como político y enfrentar de buen modo su transformación interna.
MORENA, vista así, como nuevo partido político dentro del
espectro de la izquierda, es una huida hacia delante, porque contribuye a la
dispersión de la izquierda y ayuda a que el partido hegemónico consolide su
estrategia de división y pulverización de las oposiciones, pero lo más
lamentable: es que no propone nada nuevo que no haya presentado ya la izquierda
social o partidaria.
En otro escenario, donde la necesidad de estructurar las
oposiciones con nuevos partidos resulta pertinente, es obligado y heroico
hacerlo; en el escenario actual, donde la existencia de muchos partidos dispersa
a la oposición, la creación de uno nuevo, termina por fortalecer al partido en
el poder. Eso es lo paradójico en el juego político de las oposiciones cuando
se disgregan y se pulverizan; porque por el otro lado, los grupos hegemónicos
juegan una acción contraria: unen a su idea política a todos sus adversarios y
los van convirtiendo poco a poco hasta crear una idea homogénea de la política
y del mundo. Por eso, la creación de MORENA, no viene a enriquecer el
movimiento de acumulación de fuerzas contra el grupo hegemónico en el poder…
viene a disgregarlo y a facilitarle al PRI su restauración.
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