martes, 14 de diciembre de 2021

El Chalchihuite 

Isael Petronio Cantú Nájera.

A Pedro Bravo, por su pasión por la ecología y
preservar todo lo verde.

Sí, ya sé que Quetzaltcoalt es un Dios viejo que poco puede hacer contra el Dios todopoderoso moderno judeo-cristiano; que sin nombre señorea sobre todos y todo el tiempo. Lo que no sabes es que cuando un Dios duerme, otro ocupa su lugar y así, nos parece que siempre está al tanto o despierto. Entre esos dormires y despertares suelen suceder tremendas cosas que pueden acabar con el universo o de plano volver a uno loco de remate.
Cuando descubrí a la Serpiente Emplumada, debo decirte, que no estaba del todo en mis cabales; pues Pelancho por tercera vez me dejaba y aunque suene vulgar, yo sabía que ésta era la vencida. Dejo todo y nada; ahí estaba su ropa, sus perfumes y sus libros y el adiós grabado sobre el agua condensada en el cristal del botiquín del baño: -Por lo menos se bañó y se fue- Seguro estoy que lo hizo para no llevarse ni mi olor ni mi sudor, ¡claro! Menos mis humedecidos sueños que siempre la evocaban cada vez que se iba; y contra todo lo que dejó, digo que dejó la nada, porque el vacío que sentía en la boca del estomago se juntaba con el dolor infinito en el hueco del pecho; me miré y nada: estaba vacío.
¿Qué porque se fue? Bueno, lo teníamos pactado. Ya sabes una relación moderna de arqueólogos que no creemos en las ridiculeces del pacto judeo-cristiano y menos en el romanticismo decimonónico de la época de Shakespeare. Perdón que lo diga y que suene brutal, que suene crudo, pero nuestra relación se inició cogiendo y cogiendo terminó. Bueno, la terminó ella, porque yo aquí estoy llorando ridículamente añorando la redondez de sus nalgas, la turgencia de sus senos y la risa loca y cristalina que sonaba cuando el orgasmo nos alcanzaba al unísono.
Me fui al mar; me fui al puerto porque ahí inició todo y porque el mar es tan grande que ninguna pena logra vaciarlo o desbordarlo; como quiera verse y porque además ahí estaban los amigos mutuos que durante trece años brindaron con nosotros las cómicas y trágicas reconciliaciones o simplemente porque Tacho jugo más que un simple papel de chaperón: Tacho y Pelancho eran amantes cuando no era Pelancho mía; aún así, la cofradía de tolerantes maestros se mantenía a la expectativa de que algo reventara ante la presión moral anodina de la población.
Aparte de Tacho estaba André, si, André no Adrés, que tenía muchos años que había decidido ser homosexual y vivir tranquilamente con Tacho sin ser pareja, porque éste lo consolaba de sus constantes desamores o porque de plano, Tacho tenía el conecte para la mejor mariguana del puerto o porque cuando Pelancho vivía con Tacho, André encontraba a la madre-hermana que nunca tuvo.
De la central de autobuses al malecón hice la catarsis consabida y de no ser por una pinche mulata con unas tetas descomunales y unas nalgas de sortilegio que me sacaron de mi plan: ¡juro que me hubiera aventado al mar para que me comieran los tiburones! Por supuesto que se que no hay tiburones, pero, ¡No sé nadar! Qué tal ¡he! Comoquiera los intentos de suicidarme por el síndrome del abandono estaban presentes más que nunca y aunque viejo no soy, a mis cincuenta y dos años, no es fácil volver a trazarse un horizonte de vida con nuevas ideologías y fines esperanzadores. Pude ver que el sol se ocultaba y sin retórica alguna, ni ganas de impresionar con un romanticismo pinchurriento: me pareció que estaba sangrando y triste. ¡No mames güey! Sí, por eso, los aztecas creían que todo lo rojo era guerra y que el sol al cruzar el horizonte empezaba a destripar cuanta estrella se encontrara en su paso y ahí estaba Marte, con su rojiza luz que invoca los horrísonos clarines y convoca a luchar con valor, ¡Tan, tan!
Llegué con Tacho y André, y más tarde en tocar que éstos en decirme al unísono, como coro de la U.V. ¡Pinche Mendo, se te fue otra vez! ¡No mamen culeros, hora si nos dejó! Y aunque suene a maricón me abracé de André y me puse a chillar.
Llegaron las cervezas, los consejos, los ¡ya ves, te lo dije pendejo! Y sobre todo el vivo recuerdo del carnaval en que la conocimos en el Bum-Bum. Como hasta ahora, estábamos los tres haciendo profesión de arqueólogos sociales queriendo conocer en viva carne cómo vive el bajo, medio y alto mundo de la prostitución. Era una tesis cachonda llegó a decir la maestra Carmen pero nada más, nada bueno dejaría a la ciencia de la antropología que tres babosos estudiantes se estuvieran gastando el dinero de la familia en “putas” y a eso le quisieran llamar “estudio de caso”; la verdad es que esa noche, la Pelancho estaba vestida, bueno, media vestida con una minúscula tanga color fucsia con sus pechos al aire y ¡quince años menos! Y amaneció entre Tacho y yo en la cama de André, él no llegó.
La semana se me hizo corta y entre cervezas, malos recuerdos, mota a pasto, dos, tres idas al Bum-Bum a buscarla y llorando quedamente para no hacer el ridículo con los cuates, un día temprano me despertaron: -Ya, pinche Mendo que de amor solo se mueren los romeos y los pendejos-, dijo Tacho, mientras me alargaba una bolsa de papel de estraza, me miraba y decía: ¡Es peyote güey! ¡Ahí vas a ver tu suerte y tu futuro! André y yo vamos a la chamba, te cuidas y no salgas si te tragas el peyote ¡he!
Hace años, cuando se descubrieron las cabezas olmecas de madera en la Comunidad del Manatí allá en el sur del estado, el ambiente entre los arqueólogos fue similar al descubrimiento del Tajín en el Totonacapan: ¡todos queríamos ir! Así lo hicimos, Tacho, André y Yo, no sin antes conseguir un kilo de mota de la buena traída de la sierra de Guerrero y con ese abastecimiento agarramos rumbo al sur en un viaje de puro aventón. Era peligroso en esa época, lo reconozco y André lo fue advirtiendo todo el camino, pues, las comunidades chinantecas recién trasladadas a la zona decía el gobierno que acababan de acribillar a nueve policías federales por asuntos de narcotráfico y sin que lo reconociera el gobierno la zona era un espacio muerto o neutral, sin ley o con una ley ajena a la general, donde el retén de soldados cerca de Acayucan era la zona legal última del soberano gobierno y después de ahí la ley del narco. Bueno, eso decían y yo no hice el análisis político, eso se lo oí a otro compañero que trabajaba en Xalapa en investigaciones políticas, era poli.
Aquella vez, por julio, las aguas enlodaban todo y caminar por las veredas que llevaban a la comunidad del Manatí no resultaba fácil; si a eso le agregamos que una densa nube de mosquitos no dejaba ni respirar, ya sabrán de las comodidades del viaje. Lo admito, caminar libremente con un churro de mota a cualquier hora es algo que tiene en sí un placer infinito de libertad. La autoridad había quedado con sus fusiles atrás y según Tacho, los soldados desde la revolución son adictos a la mariguana porque bajo los efectos de ella aguantan las madrizas y con los sentidos a reventar de estimulados pueden partirle la madre a cualquiera, por eso estaba aquel corrido de “La Cucaracha” que era una perfecta declaración laboral de la soldadesca a sus generales para seguir luchando.
Con esas risas íbamos y cantando la cucaracha cuando, el tronar de los cerrojos y los dos hombres que brincaron del monte a la vera del camino, nos pararon en seco –¡hijodelachingada!-
¡Párense ahí, putos o se los carga su madre! Dijeron cuando por atrás aparecieron otros cuatro y uno de ellos nos arrancaba las mochilas y nos tiraba la mota del hocico con unos vergajazos. André se botó al suelo y Tacho, mayor que todos nosotros, sacó de la bolsa de su camisa una credencial y les dijo ¡somos estudiantes de arqueología!
¡Estudiantes mis güevos porque son compañeritos, pinches mariguanos! ¡Que putas madres los trae por aquí!
-¡Las cabezas! Dijo afectadamente André y yo repetí ¡Si, las cabezas!
¡Ah! Con que sí son estudiantes y vienen al Manatí a ver las cabezas, dijo el que parecía el jefe y después conocimos como Romualdo, se cargó el fusil al hombro y sacó un ¡Churrototote de mota y lo prendió! Dándoselo a Tacho nos dijo ¡Vengan! verán el paraíso y sobre todo verán a sus ancestros bailar al son de las estrellas, ¡vengan!
Caminamos como unas cuatro horas en una selva espesa y llena de ruidos salvajes indescriptibles, solo la historia que contaba Romualdo y los asentimientos de sus compañeros evitaban que entráramos en pánico. Cuando les pregunté si eran guerrilleros, simplemente me dijeron que sí, pero que su reino no era de este mundo, ¡Chale! Me dije ¡Guerrilleros mamilas! Y tal vez porque Romualdo intuyó la sorna o porque era necesario que se aclarara la pregunta bochornosa que había hecho y que André y Tacho me recriminaron con sendas miradas de perros furiosos, solo me dijo: No somos nada de lo que crees, simplemente vivimos aquí y defendemos a nuestras familias y nuestra economía de un ejército nada patriota y nada identificado con el pueblo.
Ya era noche, llegamos a un pueblito con no más de quince casas de barro y techos de palma, una de ellas más grande y donde parecía el salón social, un templo o la casa de juntas, ahí nos encargó Romualdo que descansáramos y que luego nos mandarían unas hamacas y cena, que nos veríamos por la mañana.
¡Una semana! una semana recorriendo bellos sembradíos de maíz, pero sobre todo, sombreados con unas matas de cáñamo indio que sería la envidia de todo club árabe fumador de hashis o casa de hippies de la facultad de sociología. Vimos el sitio de las cabezas olmecas de madera, que con su descubrimiento habían corroborado que esa zona pudo haber sido el origen de esa gran cultura, platicamos con los más ancianos del pueblo y la última noche, ya ganada la confianza, porque al final terminamos cosechando con ello su producto, nos llevaron a una cueva, y ahí pudimos admirar sendos monolitos que se iluminaban con la danzarina luz de decenas de velas. Don Pancho nos dijo que no sabían quiénes eran en verdad, pero que ellos sabían que eran dioses antiguos que habían cedido su paso al dios blanco de los españoles, junto con su ejército de Arcángeles, Ángeles y Demonios.
Ahí estaba el Señor de la Mansión de los Muertos ¡Mictlantecuhtli! Ni dudarlo que estábamos frente a un culto sincrético donde se cruzaban épocas muy antiguas y donde el último imperio local dominaba ya toda la costa atlántica, porque si bien la zona perteneció a la cultura olmeca, el Señor de la Mansión de los Muertos era una deidad náhuatl y más atrás, más protegido se encontraba Quetzalcóatl, la poderosa y sugestiva deidad de la Serpiente Emplumada. Vida y Muerte en una espiral eterna que solo rompe su rutina por los actos valerosos de los humanos.
Salimos de la selva, nunca pudimos decir que vimos en realidad los monolitos y menos identificar el lugar de la cueva, primero porque pondríamos en peligro al pueblo que nos había hospedado gentilmente y segundo porque a la mitad del viaje y bajo los efectos de la mariguana, André sometió a duda todo lo que habíamos visto de noche y lapidariamente nos dijo: ¡puras pinches cosas de mariguanos! Cuando llegamos al puerto, luego de quince días de viaje, ya éramos otros, pero sobre todo inseparables amigos. Siete meses después encontraríamos al objeto de nuestro deseo: Pelancho.
La hamaca se movía monótonamente, oí los pasos de André y Tacho bajar los escalones y retumbando por todo el edificio; mi mano sostenía aún la bolsa de papel de estraza cuyo contenido me habían augurado, podría hacer que viera mi futuro y mi suerte. Abrí la bolsa con un sonido áspero del papel, ahí estaba la pequeña biznaga de color verde terroso, dura, inofensiva, sin espinas e incapaz de predecir futuro y suerte.
La hamaca seguía moviéndose perceptiblemente, mientras que el sol dejaba caer un poderoso rayo de luz que se colaba por una rasgadura de la cortina; era un sable cortando la oscuridad ida. Le di el primer mordisco y un sabor nauseabundo y finalmente ácido cerró mi garganta, mastiqué meticulosamente, mientras mi saliva se unía con los magros jugos que lograba extraerle al ansiado bocado; tal ves la tumefacción de las glándulas salivales y de la lengua hizo que olvidara el sabor original, porque el segundo bocado me supo un poco a kiwi y ya para el tercero creí que estaba masticando simplemente paja.
Miré la espada del sol cortando la oscuridad, pero hasta ahí solo era una metáfora barata. Guardé la mitad del peyote en la bolsa de papel, le di un empujón con el pie a la hamaca y esperé, esperé, esperé…
Cerré los ojos en el preámbulo de un soporoso sueño, vi un cielo profundamente estrellado que oscilaba con los ciclos de la hamaca; luego escuché ese sonido primario que hizo el Big-bang al estallar e imponerle al universo un ritmo, era el tum-tum de mi corazón que hacía que pulsaran los destellos de las estrellas. Sentí, de pronto, un profundo vacío en mi vientre, en mi estomago y las nauseas inundaron todo mi cerebro, intenté pararme y la hamaca se convirtió en una viscosa membrana amniótica; sentí asfixiarme, sentí que un río de estrellas se despeñaba por mi garganta y me ahogaba con ellas, ya no era oscuro el firmamento, se llenaba de luz, mucha luz. Las nauseas atenazaron de nuevo mi garganta, el primero borbotón surgió de lo más profundo de mis entrañas que hizo que medio me levantara de la hamaca; salió el viscoso líquido verde turquesa serpenteando desde mis fauces; mis entrañas se contraían con un profundo dolor casi de parto y cuando cesó el vómito, éste se empezó a metamorfosear. Primero plumas, bellas plumas de quetzal, iridiscentes, largas confundidas con el iris de mil soles; después se agruparon en una sierpe cuyas fauces vomitaban más estrellas, mientras yo, miraba pegado a la pared de mi terrenal matriz; luego la sierpe cambió y tomó la forma humana de Quetzalcoatl y ahí frente a mi, sereno, poderoso con un pectoral de caracol cortado cuya espiral dialéctica brillaba con dorados hilos obsequiando el don de la palabra, de su cuello se desprendías poderosas culebras de cristalina agua; mientras que su boca de sierpe bisbiseaba algo…
Como pude me salte de la hamaca y trastabillando bajé lo más rápido que pude los escalones de los tres pisos del edificio; tomé conciencia de que iba drogado por los efectos del peyote y entonces traté de tomar una posición erguida lo mejor que pude para no llamar la atención; miré el cielo y pude ver como se expandía mientras mi mirada trataba de encontrar un punto de apoyo en ese azul celeste inacabable; los escasos edificios mayores de tres pisos se doblaban sobre su vertical y dejaban ver una franja de cielo cada vez más ancha; el aire de un vehículo me pegó de lleno por la espalda y mi rápida vuelta sirvió para ver la fila de coches que se dirigían a mi en una especie de cámara lenta; la gente me miraba y luego bajaba la vista para evitar verme a los ojos como si fuera un bicho raro; luego intenté regular las zancadas de mis pasos que pensaba que eran muy grandes. Pude orientarme hacia el malecón y en la esquina de Arista e Independencia un tragafuegos lanzaba gigantescas llamaradas, ahí me estuve un rato, no mucho porque de una de esas llamaradas volvió a surgir Quetzalcoatl convertido en una furibunda serpiente de fuego: abrió su boca frente a mí, cubrí el rostro para evitar que me tragara o me quemara, como pude salí corriendo y solo escuché la estrepitosa carcajada del tragafuegos. Llegué al fin al mar, al malecón, los barcos se movían al ritmo de las olas y éstas, interminables, parecían los respiraderos de un gigantesco animal antidiluviano, seguí la banqueta del malecón, mientras la luz del sol, que caía a plomo, rebotaba sobre el concreto creando una lluvia invertida de rayos de luz entreverada con la reverberación del calor que emitía el piso.
Luego la vi, vi su ensortijado pelo moverse con la brisa del mar, mientras su falda de lino jugaba entre sus piernas a la vez que dibujada sus redondas nalgas. Traté de alcanzarla y sus pies dejaron de tocar el piso: levitaba y se dirigía derecho al mar; corrí, corrí desesperado y creo que le grite ¡Pelancho, Pelancho! Llegué tarde a la playa, ella caminaba sobre el mar como si manos invisibles la trasportaran. Ni siquiera volteó, al romper una gran ola se la tragó el mar. Me quedé quieto, boquiabierto esperando que surgiera y nada, luego me arroje al agua para rescatarla ¡No quería que me dejara y mucho menos que muriera! Nadé frenético, luego dejé de sentir que había un fondo, estaba solo y cansado, tragué agua salobre, agua vieja y me hundí, me hundí. No sentí miedo, tampoco respiraba o creí que no respiraba, pude ver pasar miles de seres oceánicos delante de mis ojos: peces multicolores, gigantescas ballenas, minúsculos protozoarios y ella ¡Pelancho convertida en la mar!
Los oídos comenzaron a zumbarme y la opresión del pecho amenazaba con quebrar mi tórax, cerré los ojos, quería dormir, quería que todo fuera dentro de mi y no fuera como sentía que estaba sucediendo; quería que fuera un simple sueño y no una realidad porque comenzaba a espantarme; quedé acostado en el lecho marino y pude ver la luz bailando en el espejo del agua; de pronto un rayo empezó a tomar forma; de nuevo era Quetzalcoatl que bajaba en forma de sierpe y estiré mi mano, traté de agarrarlo pero fue mas veloz y pronto se enrolló en mi cuerpo e inició el ascenso hacia la luz, ahí escuché la primigenia voz del cosmos: ¡Vive que te hemos dado el don de modificar la gris rutina del tiempo y el espacio! ¡Vive que te hemos dado el precioso corazón de las estrellas y el verbo del cosmos para que señorees sobre las cosas! ¡Vive porque todas las mujeres y los hombres son uno solo sin pertenencia alguna; de los cielos son y a los cielos solo pertenecen! ¡Pelancho es una y todas las mujeres a la vez!
El golpe fue brutal, la hamaca giró y mi rostro se estrelló en el frío cemento. Solo sentí la tibia sangre correr entre mis dientes y cerré de nuevo los ojos.
¡Sí, si ya lo sé! ¡Cuento de mariguanos y peyoteros! Pero, nunca he sabido de dónde salió el chalchihuite que Tacho y André encontraron dentro de mi boca.

martes, 6 de octubre de 2020

 

IGUALDAD. 
 Isael Petronio Cantú Nájera 

 

En medio de la pandemia por el SARS-CoV-2 pensar en el futuro cuesta, se impone el dramático presente que está jaloneado por un pasado atroz. Las utopías de un mundo realmente feliz, se miran distantes en un planeta, donde el apocalipsis zombi nos alcanzó con un virus cuyo origen es más extraño aún: un pangolín o un murciélago o… los siniestros laboratorios de guerra de las potencias económicas que dominan la globalización. 
Puede ser legítimo, simplemente pensar que la pandemia se acabe, ya sea porque se ha logrado la inmunidad de rebaño o porque algún laboratorio ha desarrollado una vacuna eficaz que termina por salvar a miles de millones de seres humanos y con eso bastaría para tener un pensamiento luminoso ubicado, como pensamiento de izquierda; pero ¿Cuál virus y cuál izquierda deben ser los argumentos centrales para plantearse un mundo realmente feliz? 
Un retorno al pasado resulta necesario, simplificado al extremo, para poder entender lo complejo que se ha vuelto el mundo. El Estado monárquico, sintetizado en una sola persona (L´etat c´est moi) no utilizaba ningún eufemismo para tratar de engañar al pueblo sobre un principio fundamental entre los humanos: la Igualdad. La estructura estamental de las monarquías, construyeron sólidos argumentos para señalar crudamente las diferencias sociales, políticas y económicas entre la nobleza y los siervos; la riqueza fluía de una clase a otra y las aspiraciones a la igualdad simplemente se pagan en los cadalsos levantados en las plazas públicas. 
 Esa desigualdad polifónica vendría a romper la armonía en lo que se imaginaba un mundo perfecto, donde la alabanza a dios tenía dos voces: el pan nuestro de cada día y la holgazanería… credos aparte, política presente, las revoluciones del Siglo XVIII dieron paso a la búsqueda del nuevo paradigma: ¡La igualdad! 
En los Miserables de Víctor Hugo, Jean Valjean es el hombre piscológicamente más libre que puede existir pero es a la vez el más desigual de todos frente a la realeza, una larga vida le permitirá acrecentar su fortuna y poder disputar en el aguerrido mundo burgués que él es un poco más igual que otros… siglos después… parodiando el empuje y la presencia Nazi y el Stalinismo, Orwell, en su libro La Rebelión en la Granja, una vez que los cerdos han comandado la rebelión y se han quitado la tiranía de los humanos; eligen al cerdo Napoleón para que dirija el nuevo mundo granjeril donde uno de sus principios básicos de convivencia en el nuevo orden es: ¡Todos los animales son iguales! Napoleón apoyado por la piara y sostenido por los Perros, finalmente monta una dictadura y cambia ese principio fundacional y lo reescribe así: ¡Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros! 
A donde se mire, dejando aparte las diferencias biológicas de la especie, lo que se ve, como bosque y árbol a la vez, son las grandes desigualdades económicas entre las clases sociales y sus estratos y ni se diga entre las diferencias biológicas y genéticas: los salarios y por consiguiente los ingresos no son iguales entre hombres y mujeres. 
 Thomas Piketty, en su libro El Capital, concluye que el sistema capitalista, al final de los finales, termina acumulando la riqueza en muy pocas manos y depauperando a las grandes mayorías, de tal suerte, que el reto de cualquier sistema económico político se centra en ese punto: igualar más o menos los ingresos de toda la gente. Con esto tenemos un punto histórico y sociológico de referencia para decir lo mínimo que identifica a la izquierda: La lucha constante, en el sistema que sea, por lograr la igualdad y no solo en los valores abstractos como la libertad, sino en el hecho concreto de tener los ingresos mínimos que nos permitan ejercer todos los demás derechos en igualdad de condiciones para todos. 
Estaremos de acuerdo que de muy poco sirve la libertad en medio de la pobreza y la ignorancia. 
En nuestro país, tras largas décadas de neoliberalismo; los resultados son nefastos existen 61 millones de personas con ingresos inferiores a la línea de pobreza, es decir: tienen ingresos mensuales de $1,165.60 en la zona rural y de $1,632.50 en la zona urbana, lo que significa que ganan cada uno: ¡38.85 y 54.41 pesos diarios! 
El hombre es, parodiando a Ortega y Gasset, él y sus circunstancias; sin duda el ansia de libertad nos mueve y nos lleva a la búsqueda del pan y de bienes que nos permitan vivir mejor y con mayor igualdad; de ahí el desangramiento de las naciones latinas hacia el opulento norte; de ahí la transfusión de dólares hacia las economías familiares ancladas en los países con sistemas generadores de capital y de pobreza extrema. 
Esa libertad, inconscientemente, genera silenciosas revoluciones igualitarias, que traen el ejemplo de ingresos en dólares y de bienes que representan el acceso al mundo prohibido de los más ricos. 
 La desigualdad es polimorfa y tan general que suele no verse como un problema de políticas públicas, sino de conducta y psicología personal; el entramado ideológico del sistema refuerza la idea de que la igualdad es un “sentir” y no una condición socioeconómica; de tal suerte que un buen manual de superación personal “podría” hacer que la pobreza desapareciera; la alienación es tal general, que es común que el migrante se vuelva un nuevo rico y termine por ejercer actos de abuso contra su propia clase social o etnia. 
 Pero no es así: la desigualdad es el resultado de sistemas económicos donde se explota la fuerza de trabajo de manera extrema; ya vimos los ingresos líneas arriba, los cuales son medidos, incluso por las agencias del propio Estado; por lo que debemos concluir que aquella es el resultado de gobiernos que tienen muy en claro que la pobreza debe mantenerse para garantizar la riqueza de unos cuantos. 
 Siendo esto así, para un pensamiento de izquierda, sobre todo en nuestro país, donde la irritación de las clases más depauperadas se manifestaron masivamente hace dos años, otorgando el poder a MORENA y eligiendo a Andrés Manuel López Obrador como presidente de la República, para que llevaran a cabo la “4T”, la lucha por la igualdad debe centrarse en una sólida política pública de incremento del ingreso en las clases más pobres. 
 Dicho incremento del ingreso debe realizarse a través de diferentes políticas públicas, la primera y más importante es una política salarial que recupere el poder adquisitivo de los trabajadores en general y se ponga a la par con los ingresos de economías más competitivas como la de Estados Unidos y Canadá; una política fiscal progresiva, eficiente y eficaz para que el que gana más pague más, ni se diga con las personas morales que cotizan en la bolsa y a la par: exenciones fiscales a los ingresos más bajos que les permita compensarlos frente a los ingresos promedio; robustecimiento de los programas sociales que otorgan apoyos a los grupos más vulnerables de la pirámide social y finalmente: conversión de los sistemas sociales para que garanticen a todos sus derechos humanos básicos de: escuela, salud, alimentación y vivienda… Todo lo demás, como el hecho de acabar con la corrupción y aumentar el grado de seguridad, se da por descontado en la medida en que la igualdad, tal y como la he descrito, nos permita construir una ciudadanía ética y solidaria capaz de construir de manera constante una gobernanza democrática y el el bien común. 
Termino este artículo comentando el numeral 105 de la Encíclica del Papa Francisco “Fratelli Tutti” , que lo hago no por ser creyente, sino por el profundo significado del argumento y por la relevancia que en el mundo entero juega su poderoso cargo, dice Francisco: 105. El individualismo no nos hace más libres, más iguales, más hermanos. La mera suma de los intereses individuales no es capaz de generar un mundo mejor para toda la humanidad. Ni siquiera puede preservarnos de tantos males que cada vez se vuelven más globales. Pero el individualismo radical es el virus más difícil de vencer. Engaña. Nos hace creer que todo consiste en dar rienda suelta a las propias ambiciones, como si acumulando ambiciones y seguridades individuales pudiéramos construir el bien común. 
 Ya se había dicho hasta el cansancio, que un mundo económico cimentado en la ambición personal y la explotación del otro, ultraindividualista y neoliberal, nunca generaba el bien común, sino: las revoluciones de todo tipo.

lunes, 9 de marzo de 2020

¿Qué sociedad hace monstruos así?

Solitaria, amortajada en una colcha vieja, rodeada de ratas y perros callejeros, María “X”, no llegó al panteón como lo había deseado siempre, nada; simplemente en las aciagas horas de un amanecer que nunca amanece para ella: fue tirada a la vera de los cañaverales por el rumbo de Pacho Viejo.
La frecuencia de encontrar cuerpos tirados por los caminos y las veredas han hecho que los diarios más execrables por el manejo de la “nota roja”; ya ni publiquen lo que para ellos ha dejado de ser noticia, la muerte ya no vende.
“Normalización” han llamado los estudiosos al hecho de que crímenes nefandos dejen de impresionarnos y hagan que nuestro corazón contrito llore por la muerte de un semejante; pero no, creo que es el terror y luego el encabronamiento, lo que congela el sentimiento y engarrota nuestra garganta impidiéndonos gritar y romper el silencio de los otros:
¡Basta, basta, basta!
Era temprano, como a las seis, cuando otra mujer se acercó al bulto rodeado de animales casi salvajes y miró que una zapatilla se asomaba por uno de los extremos del sucio sudario… su corazón desbocado atoró el grito de ayuda, retrocedió tambaleante, mientras se agachaba agarrando piedras para espantar a los perros que ansiosos husmeaban y competían con los roedores, por un banquete infernal. Al salir a la calle principal, todos oyeron su grito y algunos se persignaron ante su rugido:
¡Basta, basta, basta, han asesinado a otra mujer! ¡Buenos días, buenos días! Saludaba María “X”, a cada amiga o amigo que se cruzaba con ella en la gran sala del Hospital hasta que llegaba a su escritorio en la oficina. Esbelta, guapa, jovial, amiguera, solicita y compañera, eran cualidades que le granjeaban el cariño de los compañeros y compañeras de labor. Madre jefa de familia, dedicaba su trabajo y su salario, durante muchos años a ella y a su hijo: Pedro “M”.
Al igual que millones de madres jóvenes solteras, María “X”, caminaba por el mundo y su comunidad hospitalaria, con la confianza de saberse querida y apreciada, valorada por su trabajo en la oficina y admirada por sus amigos.
Profesionista, con carrera universitaria, sin que le pesara la separación con el padre de su hijo, se rehízo y redobló esfuerzos para que no sintieran la frialdad y la indiferencia del mundo… pero algo pasó, que siempre estuvo fuera de sus manos: una sociedad proclive a la corrupción, engendrada en décadas de neoliberalismo, que impulsó un individualismo criminal y enterró los valores humanísticos de bien común, solidaridad y amor al prójimo, se coló por las rendijas de su casa e invadió la conformación moral y ética en su propia y pequeña familia.
¿Cuántas cuchilladas? preguntó la perita forense, casi vomitando al escuchar la respuesta: ¡Más de 30 puñaladas entre el pecho y su rostro!... en ninguna otra parte del cuero hay lesiones… como que el asesino quisiera destruir solamente su faz. acotó una quebrada voz de quien traía el reporte en un folder viejo y arrugado. ¡Feminicidio! sentenció otro asistente, también hombre Es horroroso lo que estamos viviendo. No me explico el grado de insania que existe para asesinar a una persona con tanta sevicia, a esos criminales se les debería de lobotomizar y recluirlos de por vida.
Pedro “M”, como muchos hijos de familias separadas, pasó a vivir con su madre María “X”, querido por su familia materna y las múltiples amistades de su madre, resistió lo mejor que pudo la separatidad y encontró cierto espacio para desarrollarse. Sin muchas dotes intelectuales especiales, ni ascendió, pero tampoco se fue al fondo en el drama familiar. Su madre finalmente, proveedora, hizo que nunca le faltara por lo menos: comida, abrigo, ropa, escuela y una amplia libertad que le permitió construirse a si mismo. Un joven igual que miles que integran el promedio en el país, sobrellevando la vida y tratando de crearse un mundo feliz. En esa libertad, se habituó al consumo de la mariguana y siguió viviendo como cualquier niño al amparo de su madre María “X”.
El mismo modus operandi, mi jefe. Un comando armado la sacó de su casa desde hace varios días.
¿Ya la identificaron, la familia ya preguntó? dijo, sin nota alguna de preocupación la fiscal especial: ¡Está irreconocible! Nos va a dificultar encontrar a sus familiares, ¿verdad? ¡Oyeee! respondió gritando la fiscal cuando empezó a revisar la serie fotográfica de la víctima pero esto no es el modus operandi de narcos o secuestradores. Esos destazan, trozan, quieren imágenes de terror que amedrenten a sus adversarios, aquí, la saña está en su rostro, sus órganos sexuales están intactos, libraron sus pechos… solo su rostro… si la logramos identificar debemos buscar rápidamente en su círculo más cercano de compañeros, algo que la una sentimentalmente con alguien y que ese alguien, esté tan enfermizo y tenga tanto odio en contra de ella, que más que matarla: ¡Quería desaparecerla!. ¡Hola María!, te ves muy contenta, eeeh, este año si te casas ¿Verdad? la burleteó una de sus mejores amigas. No, no, ¡No!, cómo vas a creer, así estoy muy bien, más bien, estoy contenta porque Pedro, mi hijo, ya se puso a trabajar y a dejado de estarse quejando con el mundo. No, pues eso sí que es de alegrarse. Uno espera que los hijos nos superen y que logren mejores cosas que nosotros y más estando la situación tan crítica como la estamos viviendo… ¿Y en que trabaja Pedro?. ¡Está haciendo pan para vender!. Pues, que lo traiga, nosotros le compramos, así es como nos tenemos que ayudar entre las amigas.
Cuando uno nace no traemos ningún gen o código de información sobre lo que es el mundo y mucho menos lo que seremos en él. La metáfora cristiana del libre albedrío es parcialmente verdadera; como lo es la creación teológica del hombre mismo.
La masa neuronal de nuestro cerebro, comienza a organizarse a partir de que los sentidos en un sistema de imput-output le agregan información. Un niño recién nacido en la Selva Lacandona de Chiapas, vendido a una familia japonesa, hablará un perfecto japonés y nunca maya y si sus padres adoptivos son hábiles, jamás se preguntará si es mexicano-mayense… será un perfecto japonés.
Por ello, somos lo que aprehendemos del medio ambiente y la cultura que nos rodea; así en un proceso conductista: nos construimos imitando lo que es el ser social y a la vez, influimos para que el medio social cambie.
Una buena parte de la sociedad tiene un juicio moral y ético, sobre el grado de corrupción imperante en nuestro país a lo largo de más de tres décadas: para ellos, la corrupción y la miseria concomitante, ha destruido el tejido social y ha creado una guerra de todos contra todos… sienten, que el cambio provocado políticamente el año pasado, lleva un paso de tortuga angustiante y que amenaza con arrancar a toda velocidad cuando ya no hay nada que salvar.
Está desangelado el mundo y en la apariencia de lo “normal” está engendrando verdaderos demonios, que como en las tragedias griegas, son incapaces de salvarse de su sino. Es urgente, que desde la escuela pública, sumando a los padres de familia y a los propios alumnos, se construya una nueva cultura de sólidos cimientos humanistas con una práctica altamente solidaria de amor y ayuda al prójimo; de respeto y consolidación a las diversas familias y de un justo reparto de la riqueza nacional, para que todos podamos vivir en una medianía digna… lo contrario es la destrucción de todo lo bueno que hemos creado.
¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué? María “X”, sentada en la cama, gritaba una y otra vez a Pedro “M”, que acurrucado en un rincón de su cuarto, en un mutismo desesperante, no deseaba verbalizar ninguno de sus pensamientos ante las preguntas de su madre. ¿Cómo fuiste capaz de agregar drogas y mariguana a los pasteles que vendiste a mis amigas? ¿Cuándo, dónde, quién te dijo que podías hacer eso, para qué?. El llanto de enojo de María “X” no paró… la triste figura de Pedro “M” se hacía más pequeña ante sus ojos, por su mente, pasaron raudos los años en los que lo fue viendo crecer y en los que vio cómo la sociedad en la que ambos se desarrollaban estaba dejando en el desamparo a cientos de familias; valoró su esfuerzo incansable de trabajar turnos extras para sacar adelante a su pequeña familia: María-Pedro. Sintió el ahogo de ver cómo al hospital llegaban cada vez más gente destazada; recordaba el índice de feminicidios que no paraba y siempre iba en aumento; sintió que su corazón se paraba cuando Pedro “M” hacia un par de años, le dijo: Ya no quiero ir a la escuela, los maestros no enseñan nada. y ella, consciente del quiebre de las instituciones educativas, lejos de conminarlo a seguirse formando y tal vez para no seguir peleando con él, fue condescendiente y le dijo: ¡Está bien, pero un año nada más! impotente María “X”, se paró de la cama, se limpió sus anegados ojos y dejó a Pedro en el silencio más ominoso.¡Se llama María “X”, jefa. Trabajaba en el hospital y dimos con sus familiares… pero sabe que…
La fiscal giró en redondo sobre su sillón, los ojos vidriosos a punto de un llanto incoercible, trató de pararse y de plano, volvió a caer de lleno en el asiento, la lágrimas corrieron por sus mejillas, tal y como lloran las madres ante la irreparable pérdida de un pródigo hijo o un amante esposo, se tapó el rostro con ambas manos y con una voz estertórea dijo:
¡Su hijo la mató!... ¿Qué sociedad hace monstruos así? ¿Cómo puede un hijo de una madre ejemplar anidar en sus entrañas tanta ponzoña? ¿Cómo puede un Estado, no darse cuenta de lo calamitoso que es una cultura patriarcal, machista, de desprecio a las mujeres, empezando por las madres?
¿Cómo, por qué?

miércoles, 24 de octubre de 2018

Café: ¡Despierta mundo!



Foto IPCN: Un millón de plantas de café, ha sembrado la COCYP que
dirige Yuyo Bandala en Misantla. Generan economía para las familias
y además, ayudan a regenerar el medio ambiente.
Ir de Xalapa a Misantla, pasando por Naolinco resulta una experiencia estimulante y estresante a la vez. El viaje es de dos horas y aunque la carretera está en magníficas condiciones, pues recientemente se arregló, su diseño y acotación, es serpenteante pegada a las faldas de los cerros, de tal suerte que las curvas son insoportables y algunas francamente dramáticas… pero eso no es todo; estando en la vertiente oriente de la Sierra Madre Oriental, su bosque es de niebla, de tal suerte que en algunos tramos se pierde el horizonte y pareciera que está uno en medio de las nubes sin poder ver nada salvo el algodonoso vapor de agua.
El piso eternamente mojado vuelve resbaladiza la cinta asfáltica y el riesgo de derrape mantiene los nervios de punta y el pie constantemente en el freno.
Sin embargo el paisaje lo compensa todo, los verdes entran por la pupila como oleadas de vida y si el viaje es a la salida o la puesta del sol, su vista esporádica entre las gargantas de los cerros, ilumina el bosque con el oro de sus rayos; en las gotas colgantes de las hojas, espléndidos diamantes quiebran la luz en minúsculos arcoíris y donde la niebla se abre por jirones, pareciera que albos borregos apacentan entre las fincas de café.
Perdido el miedo al manejo en la temeraria rúa, la charla es constante y las exclamaciones de asombro ante tanta belleza, se convierten en alabanza como si de un milagro se tratara. Hablar, dialogar, rememorar y verse en el futuro de manera más bondadosa, enrosca al tiempo y lo hace más corto. Así, mi amigo Raúl y yo llegamos al rústico arco de bienvenida que Misantla otorga a los intrépidos que lograron sobrevivir el vaivén de su camino.
Foto IPCN: Miles de plantas de café Costarica, son
cuidadosamente seleccionadas y sembradas.
Era un compromiso y los compromisos se honran en los hechos. Tres días atrás, en la globalizada Xalapa, en plática de café, donde el brebaje era muy malo por cierto a pesar de su rimbombante nombre “bola de oro”; Obdulio Bandala, mejor conocido como Yuyo, nos había invitado a visitar los viveros de la cooperativa que dirige, donde cultivan plantas de café.
Su vehemencia por consolidar la cafeticultura en la región, me obligó a comprometerme a viajar hasta allá, llevando periodistas o amigos que estuvieran dispuestos a colaborar en el proyecto. Mis amigos de la prensa, por motivos varios se disculparon, otros amigos ocupados o convalecientes de igual modo lo hicieron, y finalmente solo dos llegamos hasta el vivero.
La sorpresa, algo más que sorpresa, hizo que desapareciera el intenso viaje: ahí, en un predio de más de una hectárea, perfectamente protegido por mallasombra, un tejido de plástico que deja pasar, en este caso el 50% de la luz solar, estaban como rígidos soldados, como formaciones organizadas de moléculas de vida, generadores puros de oxígeno:  ¡Un millón de plantas de café (Coffea arábica) nos miraban con sus tiernas y esmeraldas hojas!
Si la naturaleza prodigiosa nos obliga a arrodillarnos frente a sus portentos; la cooperación del hombre y ella, nos debe obligar a sentir realmente una hierofanía.
Era verdad, ahí estaban, uno tras otro, hasta juntar mil veces mil pequeñas plantas de café, cuyos frutos debidamente procesados, no solo espantan el sueño, sino las pesadillas y ayudan al mundo a que esté despierto, piense y exista.
Los días de lluvia se manifestaban en los constantes arroyuelos que corrían a la vera del camino, la tierra húmeda y el paso de más doscientas gentes al frente del vivero, la entrada de camionetas y de carretillas, habían logrado crear una excelente mezcla de barro que tampoco nos arredró y cámara en mano, procedimos a tomar registro fotográfico del evento.
Rústicas mesas, atendidas por compañeras de la misma cooperativa, checaban listas y con credenciales del INE verificaban que correspondiera con cada uno de los beneficiarios, hombres y mujeres, porque a cada uno le correspondían 300 de esos arbolitos para que resembraran sus fincas y su producción no disminuyera; además, con una ganancia genética sustantiva: la variedad CostaRica es más resistente al temible hongo de la Roya (Hemileia vastatrix o Urediniomycetes) que el arábigo original.
Foto IPCN: Campesinos y campesinas, asistentes a la entrega d
plantas de café para resembrar su finca.
Actualmente México, exporta más campesinos que café; cuando hace treinta años el café era el segundo producto de exportación, después del petróleo, que contribuía a traer más divisas, dólares principalmente, a las arcas nacionales. Décadas de políticas neoliberales aupadas en la corrupción terminaron por abandonar el agro, lanzaron a la pobreza a millones de campesinos y como correlato: miles de hectáreas sembradas de café fueron abandonadas o tiradas para sembrar otros productos o de plano hacer desarrollos inmobiliarios… de paso, en todo el mundo, el desarrollismo, el industrialismo, la sobreexplotación de monocultivos, destruyó bosques y calentó a la tierra hasta tenernos al borde de un Apocalipsis zombi.
Brasil y Vietnam producen más del 50% del café y México ahora, solo produce: el 3.07%, pero además, quedó controlado por un reducido número de terratenientes en detrimento de miles de pequeños productores, que paradójicamente al migrar hacia los Estados Unidos se convierten en los auténticos generadores de divisas al mandar dólares a sus familias, mientras los terratenientes explotan a los pequeños productores y no generan divisas.
Pero algo más importante aún del cultivo del café. Casi todas las variedades requieren de sombra para su mejor desarrollo y esto significa que las fincas tengan un techo de árboles de mayor altitud que crea un bosque, de tal suerte, que son auténticas máquinas convertidoras de CO2 en Oxígeno, contribuyendo con ello a evitar el efecto invernadero de ese gas y que está provocando el calentamiento global… sin embargo, la finca de café no se concibe como bosque, sino cultivo y eso le impide que pueda, el dueño o la dueña, recibir apoyos, tanto nacionales como internacionales como sí lo reciben otros campesinos que pueden demostrar que son dueños de bosques.
Ante el inminente cambio en el gobierno, la cooperativa que dirige Yuyo, se ha trazado el objetivo de incidir en las políticas agropecuarias y gestionar ante el Poder Legislativo local y federal para que la finca de café se reconozca como un “bosque integral” que no solamente produce el café, sino beneficios ambientales que evitan el calentamiento global, de tal suerte que una parte del presupuesto se aplique para apoyar a que los campesinos no “tiren” su bosque cafetalero.
Tomamos café de olla, platicamos con la gente que entusiasta ve con buenos ojos que su modelo social de organización está dando resultados y que es capaz de convocar de buena fe y voluntad la ayuda de gente de la ciudad cuya experticia versa sobre el café… recorrimos otros viveros, nos llenamos de lodo hasta la cabeza y con ello, llegó la tarde y los compromisos: cursos para el uso integral del bosque de café, cursos de catación, cursos para integrar nuevas variedades de árboles de sombra, adjuntar animales que den otro beneficio al campesino, gestionar ante autoridades convenios para instalar puntos de venta: ¡dignificar la vida de la familia campesina!
Foto IPCN: Obdulio Bandala.
Antes de iniciar el retorno, en un agradable y rústico restaurante, nos invitaron a comer el platillo típico de la ciudad: “Empapatadas”. Es un platillo formado por varios guisos y que es un homenaje, al lonche, almuerzo, al desayuno, que los campesinos, antes de la era del toperuer (tupperware) y en la actualidad siguen llevando en su morral, hoy mochila, para la finca donde lo comerán llegada la hora del hambre.
La Papatla ( Canna indica L.) es una planta de hojas largas que se ha utilizado desde antes que los españoles trajeran el plátano al continente y ha servido para envolver los alimentos… de ahí el término derivativo de “empapatadas” aunque siguiendo las reglas debería ser: “empaplatadas” pero su dificultad fonética lo terminó simplificando.
En un cuenco de hojas de papatla, al fondo se acomodan cerca de una docena de tortillas bañadas con frijoles de la olla, refritos, molidos sin secar tanto, después se agrega cecina, trozos de longaniza, luego otro nivel de huevo frito y finalmente queso. Todo, debidamente tapado por las hojas se vuelve a calentar, de tal suerte que al abrirse, los vapores de la mezcla generan un apetito feroz. Acompañado de una espesa agua de guayaba, la comida fue un opíparo banquete.
Los abrazos, la alegría, la amistad que la tierra nutre, los despidos y compromisos de retorno, fueron el postre de un día luminoso, humano, de construir una Utopía o el retorno a la feliz Arcadia.


martes, 16 de octubre de 2018

El acomodo y el perdón


El acomodo y el perdón
Isael Petronio Cantú Nájera

La cultura judeocristiana desde la brutal colonización que hizo en América, introdujo como moneda de cambio ante los actos contrarios a la fe y delitos de la sociedad seglar: el perdón.
Así, ante los confesionarios, largas filas de penitentes marchan pidiendo perdón por sus actos, por más criminales que fueran; del otro lado de la mirilla, un vicario de Cristo, que a su vez pide perdón por los suyos, absuelve al pecador y lo suelta de nuevo al mundo para que pasada las horas reincida en su conducta. A la par, los poderes creados dentro de la iglesia no tienen límite alguno y sin necesidad de pedir perdón depredan todo lo que a su paso encuentran. En México, Marcial Maciel, pederasta y creador de una secta poderosa que le acercó dinero a la Iglesia, recibió el perdón y pudo morir según sus anchas ambiciones. Otros curas, crucifijo en mano, lengua viperina con el verbo, destrozaron vidas infantiles como si estuvieran en el infierno y lejos de ser vicarios de cristo, lo eran de Belcebú.

Ese perdón que se otorga sin castigo y menos la exigencia de la reparación del daño crea cultura y se vuelve un forma de actuar frente al ordenamiento civil, frente a la ciudad de los hombres, que llega a ser mala copia de la ciudad de dios.
Acá el perdón encuentra una vía expedita en la corrupción del poder civil y la impunidad que genera; así, el criminal serial puede vivir en paz interior consiguiendo el perdón de su iglesia y la impunidad que le confiere un sistema penal corrompido.
Esto es el caso extremo, pero en la mayoría de los casos, el quiebre de la moral judeocristiana y su absolución de sus actos u omisiones ha transitado al mundo de la sociedad y de la política, de tal suerte que el político y administrador corrupto, disfruta impunemente de sus bajezas y logra “acomodarse” de nuevo en la administración pública para simplemente reincidir, pues sabe que mañana se podrá acomodar en otro lugar.
Pero algo no cuadra, algo está pasando en la consciencia colectiva que el 1º de julio se hartó de tanto acomodo, de tanta impunidad, de tanta inmoralidad y conductas antiéticas, que decidió masivamente tirar un sistema a pesar de sus multimillonarios esfuerzos en mantenerse en el poder y abrir las expectativas de un cambio revolucionario… no tanto por lo cruento de las balas y las pérdidas de vidas, que por cierto son miles en una guerra no declarada, sino por los cambios culturales, conductuales, de nueva moral y ética pública que necesitamos.
¿Los acomodaticios cambiarán? ¿La corrupción y la impunidad se acabará? ¿La iglesia y sus curas pederastas reiniciará un ciclo de luz o se hundirá en las tinieblas? ¿Nacerá una economía social que desplace al capitalismo rampante? ¡Sí! Porque eso es lo que está en el corazón de las mujeres que exigen igualdad sustantiva e impulsan relaciones más equitativas dentro de la sororidad; Sí, porque la justicia viene de la mano organizada de los comités de defensa comunitarios o urbanos y a pesar del miedo ante el sicariato y la trata de personas, no se enfrentan ya con el silencio, sino con el explosivo grito de las balas; Sí, porque las y los periodistas, a pesar de ser el blanco del poder y de los delincuentes siguen disparando sus verdades en las redes sociales; Sí, porque en el fondo de muchos ministerios públicos y jueces existe un hálito que les permite seguir buscando la justicia; Sí, porque en muchos lugares la economía social ya está desplazando al capitalismo rampante; Sí, porque nos hemos dado cuenta que el gobierno somos nosotros, las y los ciudadanos y que el gobierno es nuestro mandadero que tiene que mandar obedeciendo y que de ahora en adelante, no dejaremos de exigirle que rinda cuentas.
Aaaah… y a los arribistas, acomodaticios, a los gatopardistas, a los ganagracia, a los hipócritas que creen que podrán pasar desapercibidos y esconder sus tropelías y corruptelas, les espera una sorpresa: ¡Serán denunciados ante la opinión pública a través de las redes sociales, donde no hay perdón para los corruptos!

miércoles, 24 de mayo de 2017

El sello del autoritarismo

Isael Petronio Cantú Nájera


Una vez que fueron derrotados y dominados los aztecas, los españoles impusieron su modelo monárquico: un solo hombre cuyo poder descendía directamente del poder de dios. Cada español hizo lo que quiso con los pueblos nativos y si la mezcla al paso del tiempo generó el mestizaje de hoy, fue tras una larga noche de conquista y depredación; de imposición y destrucción de los mitos del otro y la trasmutación hacia los mitos judeocristianos. Poder patriarcal, deísta, al que no se le puede reclamar ni objetar nada porque es todopoderoso.
Con la independencia vino un remedo de República que asimiló las peores pesadillas que los hombres y las mujeres tienen del poder: Su alteza serenísima: Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón ¿Alguien le dijo a ese hombre que no era alteza y mucho menos serenísima? Nadie. Gobernó el país en seis ocasiones y lo hizo como le dio la gana y cuando fue derrotado en Texas, firmó acobardado, para liberarse, el Tratado de Velazco, que trajo luego la firma del ominoso tratado Guadalupe-Hidalgo y finalmente la venta de la Mesilla.
La sistemática venta de los bienes nacionales a lo largo de los últimos treinta años, si bien existe una república con sus tres poderes, sigue siendo la inercia de poderes autoritarios que se concentran en la figura del presidente. No existe referente alguno que nos señale que el poder presidencial tenga como basamento la sabiduría del gobernante y su ejemplo de recta política ética; quedan en el imaginario colectivo solamente la figura de Benito Juárez y de Lázaro Cárdenas, fuera de ahí: los complejos y la ansiedad de los demás presidentes son resaltados porque los intentaron resolver desde el poder, desquiciando a la República.
Esa matriz ladina, anclada en el poder brutal del padre español violador de la chingada madre, hace que la conducta de nuestros políticos, mujeres u hombres, sea neurótica, ahora de trastornos de la personalidad; en las que se manifiestan la disociación, las parafilias y disfunciones sexuales o de control de impulsos como la cleptomanía… roban y no se dan cuenta… creen que son de izquierda pero son del PRI… creen ser sexualmente eficaces y atractivos pero son anorgásmicos y acomplejados por su fealdad.
Por supuesto que la psicología es poco usada en el análisis político y desde éste, se espera que el político sea congruente con su discurso… no va más allá de la superficie discursiva, ni menos rasca en los deseos reprimidos del político. Es ejemplar ese cuaderno encontrado en la bodega del indiciado exgobernador Duarte, donde su esposa repetía maniacamente: “Si merezco abundancia, si merezco abundancia, si merezco abundancia”, mientras en el suelo veracruzano una guerra de baja intensidad cercenaba a la población y la pobreza extrema aniquilaba a otros en medio del aquelarre de la corrupción.
En el relativismo de todas las conductas, ¿cuántos escribimos en la página blanca de nuestro inconsciente: si merezco abundancia.? Digamos que todos, máxime educados en la promesa teológica del cielo y como castigo el infierno, que por salud preferimos consciente o inconscientemente ir al cielo.
¿A dónde van los políticos cuyo trastorno es la disociación de su personalidad o la cleptomanía que les permite robarse todo? En medio de una sociedad donde está degradada la república, donde hay carencia de gobernanza democrática y no existe una ciudadanía participativa, puede sin duda alguna: llegar a gobernar y desde el poder realizar todos sus deseos inconscientes, por muy pervertidos que sean.
Por ello, necesitamos superar esos anclajes autoritarios y antidemocráticos y avanzar en la convivencia de nuevas sociedades solidarias y tolerantes con el otro; cuyo entramado legal no represente la barda que todo mundo quiere romper o brincar, sino las reglas de una convivencia armoniosa que permita el desarrollo armonioso de la personalidad.
Romper la legalidad y aparentar ser legal; exigir la democracia siendo autoritario; autoproclamarse solidario despreciando al “otro”, ha sido el bagaje que se aprehende en la sociedad capitalista que aliena al hombre como una mercancía más, sujeta del deseo inconsciente de todos.
Esta mella en la conducta humana tiene significancia en la medida de que el sujeto tiene más poder que otro: si el presidente o la presidenta hacen de la corrupción una virtud, ¿por qué no puedo yo ser virtuoso así?
La normalización de las conductas que corrompen la administración pública, las relaciones sociales y en general la política, logran en momentos de grandes crisis de las sociedades el entronizamiento de modelos como los de Hitler y Mussolini.
¿Podría haber diferencias entre las conductas de los políticos que se auproclaman de izquierda y de derecha, siendo la matriz cultural predominantemente autoritaria y proclive a la corrupción? Sin duda que sí. Corresponde a la izquierda ser un movimiento más racional y objetivo, que trascendiendo o sublimando los “complejos” se plantee la construcción de un nuevo Estado, una nueva cultura y un ser menos alienado; por supuesto, y de eso se trata este artículo: ningún militante que se autoproclame de izquierda lo será plenamente si no sublima sus complejos que se nutren desde su infancia en la cultura patriarcal y corrupta.
De ahí, que muchos dirigentes que corrompen su función lo siguen siendo y no encuentran resistencia alguna, porque los otros, inconscientemente: ¡Quieren ser como él o como ella!

Sin duda el reto es grande, pero eso es justamente el devenir de los pueblos y la construcción cada vez más humana del hombre: sublimar y resolver sus complejos y construir una sociedad más libertaria, más democrática y por qué no: ¡Más feliz!