martes, 12 de marzo de 2013

El Papa de la crisis




El Estado Vaticano, ubicado en lo que fue el corazón del poderoso imperio Romano, elije en medio de una gran crisis política e ideológica a su nuevo jefe; un nuevo Papa, inmediatamente después de que Joseph Ratzinger, renombrado como Benedicto XVI, en un hecho insólito, decidiera renunciar a un cargo que se creía que era irrenunciable y que solo se dejaba vacante con la muerte misma.
Las razones profundas de su renuncia, sólo él y seguramente sus mejores amigos, las saben realmente; las razones públicas que se vienen ventilando y denunciando de diversas maneras son: una alta corrupción del banco vaticano, donde, pareciera que es normal que se lave el dinero de las mafias como la Cosa Nostra u otros dineros producto de ilícitos; dos, una pederastia rampante realizada por sacerdotes de todos los rangos, donde el caso más sobresaliente es el de Marcial Maciel fundador de los Legionarios de Cristo, a quien el propio Benedicto XVI o Ratzinger, lo conoció antes y después de ser Papa y que finalmente decidió juzgarlo y reconocer sus atrocidades y en tercer lugar; la paulatina pérdida de adeptos que cansados por esos crasos errores, abandonan la iglesia y se refugian en las cristianas protestantes.
No debemos olvidar que Maciel era mexicano y que sus andanzas fueron brutales, pues abusó hasta de sus propios hijos; esas bajeza morales, éticas y reconocidos como delitos del orden penal no bastaron para detenerlo; pero lo más grave aún: su constante búsqueda de dinero para apoyar al Vaticano, lo absolvía de todos sus pecados, de tal suerte, que la aquiescencia de sus superiores, la falta de castigo y admonición, lo volvió un depredador insaciable.
No pudo Ratzinger con tanta carga moral; no llegó al extremo de morir en la cruz para conseguir el perdón de todos los pecados, como si lo hizo Juan Pablo Segundo, al cual, estando gravemente enfermo por el Parkinson, le preguntaron ¿Porqué no renuncia? A lo cual simplemente contestó: Por que Cristo no se bajó a la mitad de la Cruz.
Cierto, la poderosa institución de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, tiene ante si que resolver su futuro inmediato: elegir un Papa que enfrente la disolución de su grey por que ha perdido la confianza en sus curas que no son ejemplo de moral cristiana; castigue y sancione a los curas pederastas, transparente el manejo del banco Vaticano para erradicar la corrupción y el blanqueo de dinero mal habido y sobre todo: ponga la iglesia al frente de los más necesitados y no como vocera del mundo del capital y de los poderosos. Tiene que ajustar las cuentas con esa iglesia preferencial por los pobres o una iglesia que se hunde en la hipocresía y se vende al mejor postor.
Solo si elijen un Papa así, el mundo católico podrá decir: ¡Habemus papam!

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