viernes, 22 de febrero de 2013

MOVIMIENTO DE RENOVACIÓN NACIONAL (MORENA) O la eterna fragmentación de la izquierda nacional




IPCN: La unidad es esencial para derrotar al PRI.
La historia de la izquierda mexicana, es la historia de la búsqueda del paraíso, de lo utópico y también: de la lucha fratricida para imponer la idea de un gobierno socialista, comunistas, democrático, social y de derecho y un largo etcétera, que no ha concluido aún.
La falta de acuerdos esenciales sobre el tipo de Estado y después del tipo de gobierno que debería de construirse, una vez que se derrotara a los representantes del Estado burgués, genera tantos grupos que en su pugna interna, terminan creando una suma cero.
La última mitad del siglo pasado, después de la 2ª Guerra Mundial, para los movimientos de izquierda, resaltaban como ejemplos atractivos a seguir los procesos de la Unión Soviética y de China, dando como resultado la constitución de dos grupos: comunistas y maoístas, los cuales, a pesar de tener el mismo objetivo: la construcción de un Estado Socialista, en la práctica, anulaban su fuerza frente a un enemigo común, porque sus disensiones ideológicas eran mayores que su táctica de alianza para vencer a ese enemigo. Luego vinieron otros grupos identificados con otros países o ideólogos que fragmentaron más la lucha de la izquierda nacional: troskistas, kimilsunistas, henverhoxistas, castristas, eran tantos los nombres y los membretes, que en los hechos reales, el impacto de sus luchas aisladas, tanto políticas como militares, poco dañaron el entramado del Estado Mexicano.
Éste, hegemonizado por el Partido Revolucionario Institucional, creó un modelo político flexible, camaleónico y de economía mixta que le permitió enfrentar las más agudas contradicciones entre las clases sociales, desde el populismo nacionalista del Cardenismo hasta la barbarie autoritaria de Díaz Ordaz y recientemente, permitiendo la alternancia en el poder y regresando a una especie de restauración, pero ya con la presión de la lucha de clases disminuida.
Se reconoce que la reforma política del 1977, impulsada por Jesús Reyes Heroles, vino a generar cambios importantes en la forma de luchar políticamente e introducir cambios sustantivos en el Estado y el gobierno mismo. Antes de esa reforma, la mayoría de las organizaciones de izquierda estaban proscritas y se había enzarzado una guerra de guerrillas, donde se destacó la “Liga Comunista 23 de Septiembre”, que como su nombre lo indica, era el esfuerzo táctico de sumar varios grupos para enfrentar al gobierno de manera conjunta.
La guerra fue totalmente asimétrica; el gobierno y sus órganos represivos, dieron cuenta de los grupos guerrilleros, no sólo en el frente de batalla utilizando métodos de la guerra sucia, como se hizo en todo el continente y el mundo contra los movimientos de izquierda en general; sino también, con métodos políticos de corte populista y “democratizadores”; creando políticas públicas de fuerte contenido clientelar que disminuyeron sensiblemente el descontento popular y partidos como el Partido Popular Socialista (PPS) que sirvió para atraer electores de izquierda a favor del PRI, al apoyar este a aquel partido.
La reforma política dio paso a la constitución de diversos partidos políticos de “oposición” que siguieron reflejando la fragmentación de la lucha en contra del PRI.
La lucha político-electoral después de esa reforma se convirtió de manera natural en la vía para acceder al poder y tratar de instaurar un nuevo gobierno; por ello, resultó pertinente que se avanzara en la unidad de las izquierdas partidarias, conformando nuevas estructuras a partir de fusionar varios partidos; el esfuerzo de la unidad daba resultados precarios, así, la creación del Partido Socialista Unificado de México (PSUM), fue la suma del Partido Comunista Mexicano, Partido Socialista Revolucionario, Movimiento de Acción y Unidad Socialista y el Movimiento de Acción Popular en 1979 y para 1987, el PSUM, se fusionaba con el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), convirtiéndose en el Partido Mexicano Socialista (PMS).
Los datos electorales de las elecciones presidenciales de 1976 cuando se eligió a José López Portillo y los de Miguel de la Madrid Hurtado; recordando que el primero no tuvo contendiente alguno, porque el PAN no registró y el Partido Comunista, sin registro, presentó como candidato a Valentín Campa, le permitió a José López Portillo obtener ¡el 91.90% de la votación con un total de 16,424,021 votos!
Para 1982, De la Madrid postulado por el PRI, el PARM y el PPS, contendería ya contra seis candidatos: Pablo Emilio Madero del PAN; Ignacio González Gollás del Partido Demócrata Mexicano; Arnoldo Martínez Verdugo del PSUM; Cándido Díaz Cerecedo del PST; Rosario Ibarra de Piedra del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y Manuel Moreno Sánchez del Partido Social Demócrata.
De la Madrid sólo obtuvo el 68.43% de los votos, lo que marcaba una diferencia sustantiva con López Portillo que obtuvo el 91.90%, si bien es cierto, que la afluencia de electores fue mayor, las cifras relativas y la aparición seis candidatos de oposición al PRI, marcaba la ruta de la lucha democrática y socialista en el país… estaba pendiente, la aparición de un fenómeno que aglutinara a las oposiciones o quebrara desde adentro la hegemonía del PRI.
En el ambiente político y desde la creación del PSUM, reinaba la estrategia de la acumulación de fuerzas, es decir, la necesaria “unidad dentro de la diversidad” de las izquierdas y las posibles alianzas con otros partidos de ideologías distintas pero adversarios al “partido oficial”.
En 1988, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y Cuauhtémoc Cárdenas, prominentes priistas, rompen con su partido, presentan la candidatura a la presidencia del último y logran que la mayor parte de la izquierda partidaria, se adhieran a la campaña, incluida la declinación de Heberto Castillo, a su favor, siendo a su vez candidato del PMS, resultado de la fusión del PSUM y el PMT. El PRI registra a Carlos Salinas de Gortari como su candidato.
El fraude está registrado en muchos medios, con la “caída del sistema” del cómputo, el gobierno y su partido el PRI, imponen a su candidato; pero algo no pueden desaparecerlo ni borrarlo con acciones fraudulentas: el reconocimiento de que la unidad de las fuerzas democráticas y de izquierda pueden ser capaces de derrotarlos.
La acumulación de fuerzas, la consolidación de estrategias de lucha electoral, tanto de la izquierda y de la derecha, en los siguientes años minaron la base electoral-clientelar del PRI; incluso, llegaron momentos en que los propios ciudadanos e intelectuales, propusieron la declinación de uno u otro candidato para que la suma de votos derrotara al Revolucionario Institucional. Para 1997, en las elecciones intermedias, donde se eligió a diputados y senadores, por primera vez en la historia, la oposición en su conjunto le arrebató la mayoría absoluta en el Congreso, generando la constitución de un “gobierno dividido”, es decir: un Poder Legislativo mayoritariamente opositor al titular del Poder Ejecutivo.
En el 2000, la crisis económica y una corrupción galopante, socavaron las bases de apoyo al gobierno y su partido, permitiendo el triunfo del el Partido de Acción Nacional a la presidencia de la República.
La cultura hegemónica creada durante décadas por el PRI, no fue desmantelada por el PAN, al contrario, su núcleo duro, es decir, el modelo económico de corte neoliberal se profundizó y el sistema clientelar se amplio, dejando intacto con ello, lo que la izquierda históricamente se ha propuesto cambiar al construir un nuevo Estado Social y de Derecho.
Por su parte, el mayor partido de Izquierda, el PRD, habiendo ganado el Distrito Federal, inició un fortalecimiento de su estructura partidaria y la constitución de personalidades reales de talla nacional. Primero con el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, que había perdido su primer candidatura a la presidencia de la República, mediante el fraude que impuso a Salinas de Gortari y después con Andrés Manuel López Obrador, ambos con orígenes políticos en el PRI, cuyas ideas políticas sociales y de izquierda, los llevó a la ruptura con ese instituto político, al reconocer su desviación de los objetivos sociales que le dieron origen.
Ambos políticos, son el resultado de la gran acumulación de fuerzas que la izquierda social y partidaria realizó desde fines de la Segunda Guerra Mundial, de hecho, fueron los beneficiados de esa “unidad” que les permitió contender exitosamente contra la maquinaria electoral del partido de Estado; saben y están obligados a reconocer que la dispersión solo contribuye a que éste gane y por consiguiente resulta necesario unir a todos los diversos para enfrentarlo de manera eficiente.
La increíble coalición de izquierdas y derechas, que ha permitido ganar gubernaturas en Chiapas y Puebla, dan prueba de que la “unión hace la fuerza” y que la ruta trazada desde hace más de tres décadas es la correcta.
¿Para qué dividir más lo dividido? Ante la hegemonía política del PRI, cuya estrategia siempre ha sido: divide y vencerás (divide et imperas), dividir la izquierda o torpedear las coaliciones con el PAN, es un acto temerario y suicida en el mejor de los casos, en el peor: es una traición al movimiento mismo y con ello se permite que siga ganado el ganador.
¿Cuál es el sentido de constituir otro partido de izquierda como MORENA?, estratégicamente ninguno, pues MORENA, dada la configuración del voto ciudadano, por si sólo, no tiene las fuerzas de ganarle al PRI; tendrá la necesidad de buscar aliados en ambos lados del espectro político; luego entonces: ¿Porqué salirse del PRD y fundar otro partido?
Se aduce la corrupción al interior del PRD, de su proclividad con la dirección actual de pactar con el gobierno, la pugna constante de sus corrientes que le restan eficacia en la lucha político electoral, pero no existe ningún planteamiento teórico, ideológico o programático que tenga una diferencia específica, es decir, ¡no existen razones de peso para construir un nuevo partido en la izquierda mexicana! Salvo… el interés personal de su propio creador; interés que no está claro para muchos, pero que se puede especular: Andrés Manuel construye su partido para postularse a la presidencia en 2018 y evitar competir con el candidato del PRD, posiblemente Marcelo Hebrard o Mancera.
MORENA se está nutriendo de militantes del PRD y seguramente otros que no son afiliados a ese partido; esos militantes dignos representantes de la sociedad mexicana, tienen los mismos vicios y las mismas virtudes de millones de mexicanos y de perredistas, por consiguiente, su forma de concebir la política y de llevarla a la práctica es de una simple clientela. Ningún afiliado nuevo, tiene en sus manos, un documento de principios que lo instruya en una nueva militancia con una ética diferente a la que ha vivido en otros partidos; luego entonces, MORENA, está reproduciendo los vicios que dice atacar y no tardará en estar sumida en problemas intestinos que agotan a toda formación política en el país. La prensa ya ha dado cuenta, de que en varios lugares López Obrador tiene que ir a aplacar las riñas de su nuevo instituto… no faltará quien diga que dentro de poco, verá crecer a sus enanos.
En el futuro inmediato, dado que está en juego la “restauración” del régimen priista, izquierdas y derechas, tendrán que aprender a coaligarse para enfrentar de mejor modo un enemigo camaleónico y mayor; MORENA puede crecer, pero no será el factótum de una alianza nueva que derrote al PRI.
Por supuesto que toda crítica al mayor partido de izquierda como lo es el PRD tiene visos de ser cierta, como es: corrupción, grillas, analfabetismo político, canibalismo entre corrientes, reformismo execrable, pero todo ello es conocido desde la dirección que el propio Andrés Manuel ejerció dentro del partido y sin embargo el avance político electoral no se ha detenido y las voces exigiendo el respeto irrestricto del estatuto y el saneamiento de la vida partidaria se están multiplicando, pienso que era mejor que se constituyera en una corriente dentro del partido que le permitió crecer como político y enfrentar de buen modo su transformación interna.
MORENA, vista así, como nuevo partido político dentro del espectro de la izquierda, es una huida hacia delante, porque contribuye a la dispersión de la izquierda y ayuda a que el partido hegemónico consolide su estrategia de división y pulverización de las oposiciones, pero lo más lamentable: es que no propone nada nuevo que no haya presentado ya la izquierda social o partidaria.
En otro escenario, donde la necesidad de estructurar las oposiciones con nuevos partidos resulta pertinente, es obligado y heroico hacerlo; en el escenario actual, donde la existencia de muchos partidos dispersa a la oposición, la creación de uno nuevo, termina por fortalecer al partido en el poder. Eso es lo paradójico en el juego político de las oposiciones cuando se disgregan y se pulverizan; porque por el otro lado, los grupos hegemónicos juegan una acción contraria: unen a su idea política a todos sus adversarios y los van convirtiendo poco a poco hasta crear una idea homogénea de la política y del mundo. Por eso, la creación de MORENA, no viene a enriquecer el movimiento de acumulación de fuerzas contra el grupo hegemónico en el poder… viene a disgregarlo y a facilitarle al PRI su restauración.

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