El Tajín y los dioses de la democracia.
Isael
Petronio Cantú Nájera
Bajo
un sol abrazador (38ºC) llegamos a Papantla cabecera del municipio del mismo
nombre, donde reside el corazón del Totanacapan, porque unos kilómetros
adentrándose en la selva, rala, pero selva, está el majestuoso, arcano,
religioso centro precolombino de El Tajín. No me crean, pero, vayan y siéntense
frente a la pirámide de los 365 nichos… cierren los ojos, tápense lo oídos y
abran el corazón. Primero van a oír al Chénchere golpeando los cedros,
taladrándolos para hacer su nido o espantar insectos en cuya huida los atrapa y
se los come… después la suave brisa irá poniéndote la carne chinita, de
gallina, después oirás tu corazón cuyo tic-tac se armoniza con el golpeteo del pájaro…
luego, como el barrunto del mar, oirás el sonido del caracol convocando a
reunión de todos los dioses ¡No abras los ojos, porque los dioses en su poder
no se dejan ver y se van!. Luego cuando del susto repentino, vuelvas a apretar
los párpados, se clavará en tu oído el trino melodioso de la Primavera, que
guardada en la ramazón de la guásima, abrirá la opertura para que los Tajines
bajen. No dejes salir tu corazón de la boca, cierra bien los dientes, no te
pares, hazte piedra, no te muevas, aunque tiemble la tierra y escuches la voz
atronadora del dios del viento, se tú el asiente pétreo y eterno del Tajín.
Abre
los ojos de tu mente y cuando veas a los invencibles guerreros etéreos, ya no
bajes la mirada, se uno de ellos; no te dirán nada, porque tú sigues siendo
piedra y sólo es tu alma la que está emparentada con su poder… y sólo entonces
podrás ver la gran tragedia cósmica del origen del mundo donde el fuego, el
agua, la tierra y el aire, luchan, pelean, se juntan, se aparean y terminan
exhaustos produciendo la estirpe humana… tu sigues ahí, volando como suave
brisa, puedes colarte en el iris multicolor de los penachos; puedes cortarte
sutilmente con la oscura obsidiana de su desastrosa arma; lo que no podrás
hacer será levantar los megalitos de la gran ciudad ¡Eso es sólo tarea de
dioses!, cuida de que no te atrapen en lo nichos, porque si eso sucede…¡Nunca
podrás abrir los ojos, ni los del cuerpo ni los del alma!. Cuando extasiado
veas la obra concluida, regresa a ti, quédate quieto, recupera al chénchere y al
corazón, sopla, sopla quedito pero largo, casi sin quedarte con aire y luego
aspira profundo, largo, sostenido y ve abriendo los ojos lentamente, mirando
una a una cada piedra, sus formas, las manos que las tallaron, las que las
acomodaron, los ojos que las miraron, los corazón palpitantes y sangrantes que
prestaron vida y color al Tajín y entonces… sólo entonces, cuando estés viendo
realmente todo: sabrás que tu eres ¡Dios!
De
esa estirpe encontramos arrejuntada un centenar y medio de personas, su calor
corporal aumentaba varios grados el calor del sol, estoicos, aguantadores,
esperaron a que iniciara el curso-taller sobre derecho electoral. Cuando
iniciamos, la tenue luz del proyector hizo ver el fotograma de la Pirámide de
los Nichos y cada uno de ellos, respiró fuerte, sorbió el poder de los dioses y
se preparó a aprender las reglas de un juego que es peor que el de la Pelota
que jugaban sus ancestros; en aquel, las reglas del honor y la justicia, la
vida misma, servían para regular el orden del mundo, en éstas, en las del
Código Electoral, se escondía la infamia y la injustica, un ordenamiento oscuro
y enredado como tela de araña cuyo fin es atrapar a la víctima haciéndole creer
que juega: pero siempre es la víctima propiciatoria. Fuimos desencocando el
enrevesado código y tomamos como hilandera la hebra para hacer un conocimiento
a la medida de la necesidad del proceso electoral, descubrimos los principios
rectores para garantizar que el voto cuente y se cuente bien, pero lo mejor;
nos armamos con el conocimiento de los recursos para enfrentar el fraude…
salimos noche, seguía el calor… a lo lejos el cielo tronaba y sendos rayos
caían sobre la tierra, eran los dioses diciéndole a los mortales: ¡abran los
ojos; sean dioses!.
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